
Se trata de un lugar que aún tiene su importancia hoy día. El nombre hace referencia a la leyenda registrada por primera vez en 1185, el Tractatus de Purgatorio Sancti Patricii, escrita por el monje cisterciense Henry de Saltrey, en la que se cuenta que San Patricio fue enviado, después de Paladio, por el Papa Celestino para convertir Hibernia y no lo consiguió hasta después de obtener el milagro del Purgatorio.
Los pueblos de esta gran isla se burlaban de lo que él les decía referente a las penas destinadas a aquellos que dejaban este mundo sin haber expiado sus faltas. El santo, afligido por su incredulidad, le rogó a Dios, por medio de ayunos y frecuentes oraciones, que fuesen convencidos por medio de un milagro. Dios se lo concedió: le mostró una pequeña caverna en una isla y todos los que en ella entrasen serían completamente convencidos de las penas destinadas a los pecadores, con una diferencia, que los que entrasen con fe y con espíritu de penitencia, saldría de allí sanos y salvos, tan purificados como habían estado después de recibir las aguas del bautismo. Al contrario, aquellos que entrasen nada más que por curiosidad, sin disposición de penitencia, morirían miserablemente.

La isla, de menos de una hectárea de superficie, se convirtió pronto en un destino de peregrinación, a donde acudían incluso reos obligados a limpiar su alma en este extraño lugar. Para ello se realizaban rituales que consistían en dar nueve vueltas en torno a la isla, ayuno y oración.
En la imagen de arriba teneis el plano de la isla hecho por el inglés Thomas Carve en el siglo XVII. Las viviendas circulares que veis, y que recuerdan a cabañas castreñas, son las denominadas «beds» que es donde se retiraban los eremitas a rezar. Están dedicadas a seis santos irlandeses. Cada una de ellas forma parte del ritual de peregrinación. Las celdas
Era por tanto casi un lugar donde demostrar la fe, ya que para entrar había que estar convencido de que al salir se iba a ser mejor cristiano, aunque Giraldus Cambrensis decía que en la isla de los santos entraban los puros y los impuros, y que había nueve hoyos donde se hacía penitencia. El que se atrevía a pasar la noche en la isla era atormentado dentro de uno de ellos.

El Tractatus fue traducido a varias lenguas europeas y en el caso de España al leonés y el catalán entre los siglos XIII al XIV. La primera versión española se encuentra en un manuscrito de la catedral de Toledo de comienzos del siglo XIV. La obra definitiva es “Vida y purgatorio de San Patricio” de Manuel Pérez Montalbán es del año 1627.
Lo cierto es que la leyenda cuajó y no sólo eso, sino que, como ocurre con otra famosa isla, de otro conocido santo irlandés, San Brandán, hay multitud de cuevas de San Patricio por todo el mundo, incluso en América. En Asturias, en Pancar, tenemos la nuestra.
Como curiosidad, decir que en 1632, el 25 de octubre, la Iglesia cerró definitivamente la cueva. Afortunadamente, a raíz de este hecho tenemos las escasas descripciones de la misma. Se trataba de un pequeño pozo cuya entrada era de unos 60×90, tras la cual se descendían apenas seis pasos antes de que se bifurcara en dos. La primera cámara tenía una longitud de 3 metros y apenas altura para estar de rodillas. La segunda cámara aún menos, 1,5 m de largo.
Aún en la actualidad más de 30.000 personas se acercan al lugar a hacer penitencia. De hecho, es tan dura que los que la practican han de ser mayores de 14 años de edad y no tener discapaidad. Incluso hay carteles que avisan de que las personas que estén bajo cuidados médicos no pueden hacerla, así como ancianos. Parece que el ritual actual incluye ayuno, caminar descalzo así como privación de sueño. Por cierto, si vas, me han dicho que es un sitio donde las cámaras de fotos no están bien vistas.